jueves, 12 de noviembre de 2009

¿La última palabra?

A propósito de la sentencia de los crucifijos publico un artículo de Navarro-Valls que me parece que es interesante.

Un tribunal tiene la última palabra no porque tenga siempre la razón, sino más bien porque es la última instancia.

Conviene tener presente esta verdad para no convertir cada sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en una especie de icono mediático que merece adoración indiscutida.

La sentencia Lautsi c. Italia es un ejemplo de cómo un tribunal puede caer en las redes del activismo político trasladado al ámbito judicial: un tema sensible, la hipotética influencia de la presencia tradicional de crucifijos en la escuela en las conciencias infantiles, se ha convertido en campo de batalla para recortar la posición de la religión en la esfera pública. Una suerte de estímulo para que los estados sólo toleren la manifestación pública de valores morales que no sean religiosos o que, al menos, estén desprovistos de su connotación religiosa, a pesar de que esos valores constituyan, paradójicamente, el humus donde el mismo Estado tiene su origen. Una curiosa percepción de la laicidad del Estado que permite quedarse con los frutos siempre que se tale el árbol. Quedarse con el mensaje, pero matando al mensajero.

No es una sentencia aislada. Se inserta en una serie de decisiones del citado tribunal a favor de políticas de eliminación de símbolos religiosos personales –sobre todo islámicos– en entornos educativos, en Francia y en Turquía, duramente criticadas por juristas de muy diversos países e ideologías. De ahí la preocupación manifestada en agosto por la Comisión sobre Libertad Religiosa Internacional de EEUU.

Uno de los expertos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en materia de libertad religiosa, el profesor Javier Martínez-Torrón, observaba con razón que el Tribunal de Estrasburgo ha iniciado una deriva «demasiado tributaria de una concepción que entiende la laicidad no como neutralidad del Estado ante el hecho religioso o ideológico, sino como ausencia de visibilidad de la religión, es decir, como una situación artificial que garantiza entornos libres de religión, pero no libres de otras ideas no religiosas de impacto ético equiparable».

Contrasta esa deriva, por ejemplo, con una declaración del Constitucional alemán en 2003: «No es inconstitucional que todos los niños desde su infancia –también los hijos de padres de ideología atea– conozcan que hay en la sociedad personas con creencias religiosas, y que desean practicarlas». O con el Supremo de EEUU (Marsh v. Chambers, 1983), que, al declarar constitucional que se diga una oración pública en la apertura de las sesiones legislativas del Senado, lo calificaba como «un reconocimiento tolerable de las creencias ampliamente compartidas por el pueblo de este país y no un paso decidido hacia el establecimiento de una iglesia oficial».

2 comentarios:

mzc dijo...

Hola Conchita!

Precisamente hoy yo también me había animado e iba a colgar un comentario, con el fín de retomar este blog, que estaba un poco solo.

Me alegro enormemente de leerla de nuevo por aquí. Espero que este nuevo curso algún compañero se anime a unirse el blog.



Respecto a su disquisición, y desde mi sentir anti iglesia (que no ateismo) más acérrimo, he de decir que en gran parte tiene razón.

No veo ningún problema en la admisión de símbolos religiosos en las escuelas, siempre y cuando no se de por sentado que son exclusivos los de la iglesia católica.

En mis aulas siempre hubo un crucifijo, y no fue esa la razón de mi animadversión hacia la Iglesia Católica (que no hacia la religión católica). De hecho, me parece lo más natural del mundo. Supongo que es parte de nuestra cultura.

El problema es que la iglesia ha creído que las escuelas eran feudo exclusivo suyo y no veían con buenos ojos la inclusión de otros signos al lado de los suyos.

Por lo tanto, y como decisión salomónica, creo que se habrá optado por la propuesta de eliminar cualquier tipo de símbolo religioso de las aulas.

O todos pueden, o ninguno. Ese es el fondo de justicia aquí.

jc navarro dijo...

Caro Mariano, ¿Sabrias decirme cual es el simbolo oficial que nos distingue como nacion?
En efecto, es la bandera.

¿Sabrias decirme ahora, cual es el simbolo de la Iglesia Catolica?
No, no es la bandera vaticana, es la cruz o el crucifijo.

Donde exista una cruz, es que la Iglesia esta detras. Actua a modo de indicio, si se ve humo necesariamente habra fuego, pues esto igual.

Para mi, una Cruz o un Cristo Crucificado es portadora de unos valores en los que, como dice nuestra pizpireta profesora,se sumerge el concepto de Estado.

Por esta razon, para mi no existe ninguna distorsion en mantener los crucifijos en las escuelas o en cualquier edificio publico.

No obstante y como decia un poco mas arriba, que la Cruz es simbolo de la Iglesia, a esta se le deberia de imponer un canon por publicidad estatica.

Tambien deberiamos considerar la posibilidad de reconocer la Cruz como patrimonio historico nacional, de igual manera que se hizo con el toro de osborne que hay por las carreteras y asi todos contentos.