martes, 22 de diciembre de 2009

¿Puede el Rey negarse a firmar la ley del aborto?


Este debate se ha planteado en relación a la inminente aprobación de la “Ley de salud reproductiva” (que tiene guasa el nombre). Al ser este un foro de debate estrictamente jurídico, no quiero expresar lo que podría considerarse una opinión personal sobre el aborto, aunque todo el mundo conoce mi radical oposición a considerarlo derecho (porque los derechos no se crean o se destruyen al albur de quién gobierna en cada momento), así como mi convicción de que las leyes las hacen los hombres, y las pueden hacer para esclavizar a otros hombres, o para lograr su libertad (también de conciencia, claro); a mí, me gusta más la segunda posibilidad, y, si yo no defendiera siempre la vida, a tiempo y a destiempo, de forma oportuna o inoportuna, me es indiferente, no sería yo.

No, no puede negarse porque para el Rey la sanción de las leyes es un acto debido, es una obligación. El incumplimiento de una obligación constitucional pondría al Rey en situación de ser inhabilitado/incapacitado para reinar y, por tanto, habría que nombrar una regencia, o, en caso de existir ya Príncipe de Asturias, osea, sucesor, éste sería nombrado por las Cortes, rey. Es decir, que el Rey se niegue a sancionar una ley supone que “se juega el puesto”. Evidentemente, desde este punto de vista, puede hacerlo.

Para el Rey no es un problema sancionar esta ley, ni jurídico ni de conciencia, ya lo hizo con la anterior. Se ha querido comparar al Rey de España con el de Bélgica y el propio Rey español ha dicho que él es rey de España, no de Bélgica, y de él, a su vez, han dicho que es buen católico, pero no un santo; en cambio Balduino, era un santo, que anteponía su convicción moral a su obligación real, y “se jugó el puesto”. Estoy de acuerdo en todo. Pero vamos a ponernos a fantasear e imaginemos que el Rey tiene conciencia, como todo hijo se vecino, y firmar una ley le crea un problema de conciencia. ¿Hay solución constitucional para él? Puede haberla, pero habría que modificar la Constitución.

En el caso de Bélgica, les pilló por sorpresa la negativa real a sancionar la ley del aborto. El Gobierno recurrió a entender que se producía una situación de “ausencia del Rey” (algo parecido a la situación que se produjo cuando su padre fue apresado por los nazis en la segunda Guerra Mundial, y el gobierno siguió actuando “en ausencia del Rey”). Pero, la realidad fue que Bélgica no tuvo Rey por un día. El Parlamento tuvo que volver a habilitarlo, -porque, a su vez, se entendió que había una situación de regencia- y podía haber aprovechado la ocasión para no hacerlo y suprimir de esta forma sencilla, la monarquía. Por eso digo, que “se jugó el puesto”. Fue una solución constitucional un tanto “inconstitucional”, por no decir chapucera.

Creo que sería posible una solución constitucional y adecuada al concepto de monarquía parlamentaria, si distinguimos sanción y promulgación. Para esto tenemos que hacer depender la validez de la norma de su promulgación y de su publicación, no de su sanción. De esta forma el Rey no interviene en el proceso legislativo. La sanción real es requisito de validez de la norma y, a su vez, es una de las pocas prerrogativas que le quedan a los monarcas, porque vendría a ser un veto a una ley, por eso, de alguna forma, es una manera de intervención real en el ámbito del Parlamento, de participación del Rey en la elaboración de las normas. Pero, como esta participación es meramente simbólica, la Constitución recoge la sanción como un acto debido, al cual el Rey no puede negarse. El problema es que le da trascendencia constitucional porque de la sanción hace depender la validez de la norma. Por tanto, ¿cómo tendría que ser la reforma constitucional? Tendría que decir que las normas serán válidas y entraran en vigor una vez que hayan sido promulgadas y publicadas, y habría que modificar el artículo 62 a), eliminando la sanción real; la promulgación creo que no sería necesario modificarla porque el Rey no compromete su firma.

¿A qué esperamos para reformar tantas y tantas cosas como hay que reformar? A que dos hombres, de entre tantos millones de españoles, se pongan de acuerdo y manden a los suyos “prietas las filas”. Tiene guasa también.

Por cierto, ¡Feliz Navidad, Majestad!

martes, 1 de diciembre de 2009

Cumplimos un año


Otro aniversario de la Constitución y, la pobre, no puede estar más maltrecha en este momento. Entre los achaques que tiene por su edad y los vapuleos que le dan de vez en cuando, no se si va a resistirnos mucho. Quienes tienen que cuidarla se muestran también cansados, ya que hace tiempo que deberían de haber sido relevados, y los que confiamos en ella para que ordene la convivencia de una sociedad tan plural como la nuestra –si hay algo más español es que aquí cada uno es “de su padre y de su madre”-, empezamos también a desfallecer. Se impone abrir las ventanas, renovar la casa, pintar con otro color y dejar que entre la luz y nos deje ver lo que hay.
Recuerdo que cuando yo estudiaba Derecho Constitucional, el profesor nos decía que la Constitución tenía respuesta para todo; cualquier situación que pudiera imaginarse en la vida del Estado, encontraba en la Norma Fundamental, la respuesta democrática adecuada. ¡No puede ser tan difícil para el Tribunal Constitucional, encontrar esta respuesta! Cada día que pasa sin la sentencia del Estatuto, la Constitución se deteriora más, y, la posición del propio Tribunal, también. Y, al final, eso puede suponer que nuestra propia vida como sociedad se resienta.
Yo creo que hay que reformar la Constitución, y creo que hay que defenderla. Si me imagino la vida sin ella, me pongo mala. Hace un año que empezó este blog. Es verdaderamente modesto porque lo estamos manteniendo Mariano, Juan Carlos y yo. Somos distintos, pensamos distinto y tenemos diferentes edades y circunstancias, y, sin, embargo, estamos empeñados en mantenernos fieles a un sistema en el que confiamos, porque es el que nos permite ser diversos sin enfrentarnos. Compartimos los mismos principios y los mismos valores, pero lo que nos une, realmente, es la libertad.