jueves, 27 de marzo de 2014

EL LEGADO DE SUÁREZ.

Sirva esta pequeña entrada como homenaje, tanto a la persona de D. Adolfo Suárez, que por el desconsuelo de sus hijos no tuvo que hacerlo mal; como al enorme estadista que siempre fue.
Cuando S.M. allá por el año 1976 decidió abrir la democracia al pueblo español eligió, sin duda alguna, al mejor. Las circunstancias por la cuales fue el designado y no otro habría que buscarlas sólo en el ámbito de la confianza y sincera amistad que hubo entre ellos. El encargo incorporaba la "cicuta" que debería tomar al final de la restauración democrática. Así lo acepto de buen grado, conocedor de la vital importancia que la democracia suponía para el devenir de España,  con el arrogo y valor que siempre estuvieron presentes durante toda su vida. 
En efecto, la Ley para la Reforma Política del 1977 supuso el "testamento" político de Suárez. La derecha reaccionaria franquista, sin ninguna perspectiva de futuro, con la simple labor de mantener el presente, y que no era otra cosa que vivir en un eterno pasado, lo relegó al ostracismo. No entendían, como bien lo supo ver Suárez, que la Democracia ha de tomarse por el todo, con lo que esto supone, y no por parte. Quizás la ambigüedad con la que se redactaron ciertos aspectos en nuestro texto Constitucional reside en esta circunstancia. 
La izquierda incipiente de carácter más pragmático le acusó de  falta de soluciones para acometer los graves problemas económicos, laborales y sociales que atenazaban a la España de la época. Así, le presentaron una moción de censura, que aunque no prosperó, si le marcó cara a los siguientes comicios generales. Quizás debería haber nombrado a un vicepresidente  en el que  hubiese centrado la acción de Gobierno en estos aspectos, mientras que él desarrollara su labor de buscar el consenso, lo cual hizo de manera magistral, entre todos los agentes intervinientes en el proceso democratizador de España. No por menos, Suárez tiene el apelativo del padre del consenso, el mismo que hoy se niega  por cuestiones puramente partidistas. Circunstancia esta la cual denota la altura de nuestra clase política actual.
Recuerdo aquella tarde soleada del 19 de febrero de 1979, cuando en vista oficial Adolfo Suárez, nuestro Presidente, visitó Santa Fe. Llevaba un buen rato pegado a la valla de seguridad por donde debía pasar la comitiva. Aguanté empujones y bastante humo de tabaco pero mereció la pena. Cuando estreché su mano me miró y me dijo un "que tal". Continuó apretando manos y saludando a la gente con su mejor sonrisa, la autentica, la verdadera y no la que hoy se aparenta. Revivo el momento emocionado cuando yo sólo tenía nueve años.
Gracias señor Presidente por tu innegable dedicación y servicio público a la democracia y a España.

viernes, 14 de marzo de 2014

ASÍ QUE PASEN OTROS DIEZ AÑOS...

Siempre me gusta comentar a fecha pasada. Quizás no sea actual, pero me libera de posibles influencias. 
Se han cumplido diez años del terrible atentado y los "conspiranoicos" Federico Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez, entre otros,  mantienen posturas como: "desconocemos lo ocurrido...", "la sentencia del juicio no aclara quiénes son los autores intelectuales del atentado terrorista...", "fue un golpe de Estado para que el PP no se alzase con el poder...".
¿Realmente el apego a una ideología determinada reduce la inteligencia a tamaño cacahuete?¿Por qué, para determinados casos, debe existir un escrupuloso respeto a las decisiones judiciales y para otros todo es conspiración? El hecho de que por ciertas personas, o medios de notoria influencia, no se acepten las normas del Estado de Derecho, predispone al Estado a una situación crítica, presa fácil de integrismos y fascismos. Quizás, dentro de otros diez años estos señores vean la luz, al igual que S. Pablo, y se erijan en máximos defensores de quienes fueron acusados de usurpar el poder indebidamente, frente a los que gestionaron el atentado del 11-M en clave electoral.
Otro motivo que me preocupa es el hecho de que la Jueza Alaya que instruye el caso ERE, primero que no lo concluya, demostrando no un afán de investigación, como se le pide a cualquier Juez, sino más bien un afán de protagonismo y desmedido ego. Segundo, que en su último auto considere a Magdalena Álvarez como "probable culpable" en la fase de instrucción del proceso.
Con la misma "probabilidad" que Su Señoría afirma la culpabilidad de un imputado, es "probable" que la misma desconozca la existencia, alcance y efectos de lo establecido en el art. 24 de la Constitución Española. Quizás dentro de otros diez años dicte un nuevo auto reconociendo su más que "probable" error.