jueves, 11 de diciembre de 2008

Las autonomías se nos han hecho mayores y se nos han ido de casa ¿y ahora qué?



Acabo de oír unas manifestaciones del senador Fraga Iribarne –D. Manuel-, sobre la Constitución y su reforma, las Comunidades Autónomas, las nacionalidades… Parece ser que no cree necesario reformar la Constitución “sino cumplirla en todos sus términos”, lo que incluye la aplicación del art. 155 CE en lo que entiende una suerte de “suspensión” del derecho a la autonomía en aquellas Comunidades que atenten contra el interés general, eliminar el término “nacionalidades” del art. 2 CE, y otra serie de propuestas parecidas.

Me gustaría comentar los supuestos mencionados porque creo que incurre en varios errores, que son muy frecuentes y que no nos atrevemos a desmontar cuando provienen de alguien que ha sido padre de la Constitución, pensando que nadie mejor que él para saber lo que la Magna Carta dice. Puede ser. Pero también puede ser que después de 25 años de desarrollo autonómico la Constitución no diga lo que tendría que decir, porque la existencia de todo un “bloque constitucional” de normas estatutarias, en un modelo estatal inacabado, ha dibujado un cuerpo territorial al que no le cabe el vestido.

No digo yo que no sea verdad que a D. Manuel le cupiera el Estado dentro de la cabeza, pero debía de ser solamente el Estado central porque las autonomías se le han quedado fuera, y eso que fue Presidente de una de las “nacionalidades” del artículo 2. Por eso no entiendo que le estorbe el término, pero menos entiendo que esta modificación se contemple como algo mínimo. Si se suprime este término hay que modificar los Estatutos de Autonomía que acaban de aprobarse y reestructurar el modelo autonómico, ¿es esto cumplir la Constitución en todos sus términos?

Tampoco es posible que lo que estorbe sea el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones si queremos seguir manteniendo el modelo estatal porque, en este caso, se ignora en qué consiste el ejercicio de este derecho. No se trata de algo que el Estado conceda graciablemente a los territorios y, por lo tanto, pueda también dejar de concederlo. El derecho a la autonomía se ejerce por los territorios porque es la Constitución quien lo hace posible y, una vez ejercido, no se puede “suspender”.

Las Comunidades autónomas han hecho uso de las posibilidades constitucionales, probablemente hasta el límite. Nos hemos dado cuenta de que el modelo inacabado va dibujando un mapa de una complejidad enorme, en el que la garantía de la igualdad de todos los españoles se pone en peligro y en el que el contorno del Estado central se ha diluido a favor del Estado autonómico, que se erige como el “Estado español”.

¿Y ahora qué? Desde mi punto de vista solo caben dos posibilidades: o se acepta la situación actual y se reforma la Constitución para ajustar el vestido; o se reforma la Constitución y se da marcha atrás y se modifican los estatutos y la estructura territorial del Estado. En cualquier caso, parece que la situación está jodida (con perdón).

jueves, 4 de diciembre de 2008

Hace 30 años, ¡yo ya había nacido!

Este blog nace coincidiendo con el 30 aniversario de la Constitución española de 1978.

Aunque algo maltrecha y necesitada de una importante reforma, la Constitución nos ha incorporado plenamente al régimen democrático y nos ha proporcionado el período más amplio de estabilidad político-constitucional de la historia de España. Nunca antes la Monarquía había tenido tanta aceptación popular –desde aquél felón deseado-, convertida en una ejemplar y eficaz monarquía parlamentaria; nunca antes se había conseguido una descentralización territorial, que gracias a un sistema constitucional “abierto”, ha convertido al Estado español en el más descentralizado del mundo, sin configurar un modelo federal; ni nunca antes habíamos gozado de un régimen de libertades individuales como el que consagra la Constitución y que era inimaginable en nuestro país en cualquier otro momento histórico.

Sólo esto sería suficiente. Y, sin embargo, treinta años después, cada una de estas cuestiones se convierten en elementos de inestabilidad. La monarquía se cuestiona permanentemente, el Estado de las autonomías es fuente de conflicto sin fin y los derechos y libertades sufren una alteración constante que tienen al ciudadano sumido en la perplejidad. El Tribunal Constitucional no está y parece que tampoco se le espera, y la politización partidista de las instituciones que deberían velar por la seguridad jurídica han convertido el panorama constitucional en un desolador campo de batalla.

Pero ese campo de batalla es el mío: la Constitución. Me gustaría, por tradición familiar y por vocación profesional y personal, defenderla, reformarla, divulgarla, desarrollarla y usarla. Desde el aula y, ahora desde aquí. Invito a compañeros y alumnos a compartir sus reflexiones constitucionales.
¡Empezamos!